Extremadura es una región rica en yacimientos minerales. Su explotación se ha llevado a cabo desde tiempos inmemoriales por los distintos pueblos que la han habitado, algunos de los cuales llegaron a estas tierras con ese propósito. Tartesios, celtíberos, romanos, visigodos, árabes y, ya en el siglo XX, empresas francesas y españolas han aprovechado sus yacimientos para obtener metales muy diversos como oro, plata, estaño, cobre, hierro, plomo, cinc y wolframio. La actividad extractiva de minerales y la de su procesado, hasta convertirlos en objetos útiles al hombre, ha ido dejando en el transcurso de la historia profundas brechas en la tierra y extraños y peculiares, a veces enigmáticos, entornos que en algunas ocasiones permanecieron, y en su mayor parte todavía permanecen, olvidados en muchos pueblos de Extremadura. Allí donde se realizaron trabajos mineros o se procesaron las materias primas extraídas, quedaron multitud de bienes inmuebles relacionados con estas actividades, tales como hornos, balsas, chimeneas, castilletes, malacates, edificios industriales, etc., así como las propias explotaciones mineras, tanto subterráneas como a cielo abierto que actualmente constituyen el rico Patrimonio Geológico-Minero de Extremadura.